Llueve...

Amaneció lloviendo en la ciudad, en las calles, las avenidas, los parques los recuerdos, llueve también en mis brazos la dicha de no verme atada, de no buscarte en el tumulto sino en la soledad, misma que te nombra con sonrisas y no con llantos anhelantes, llueve en mi vida gotitas de esperanza que no se cansan de luchar, que no se cansan de decir, esta lluvia que me tupe de los pies a la cabeza que me encharca.
Llueve en mi deseo que acumula las ganas de encontrarte, en otra trinchera, con otro nombre, con el cabello mojado en mi espera, repleta de olor a tierra mojada en donde mis raíces crezcan fértiles, donde nos nazcan alas en cada flor, donde los frutos sean dulces e inagotables.
Llueve mi imaginación pensándote, llamándote, dibujando a mi lado tu figura, cuando ando, y me detengo, en el trafico, en el espacio intacto de la cama, te reinvento y terminas siendo la misma mujer imperfecta, perfecta para mi, la niña de los ojos grandes, y el cabello rizado, negro como el abismo, de la piel ansiosa de caricias, siempre dispuesta a sentir mis ganas, a beber mis manos, mis mimos que empalagan, amante de las carreteras y los horizontes, siempre en movimiento que me mueve.
Te miro lloviendo, escuchando mientras te leo como escapar de nuestros miedos en el manual de psicomagia, y así reinventando los días, las horas.
Y lo dejamos todo, los libros, la cocina, las películas de Almodóvar, el tráfico, los amigos, en cualquier momento, a cualquier hora del día, de la madrugada, y llovemos vestigios de soledad haciéndonos participes de nuestra propia puesta en escena, en donde la danza de los cuerpos bailan desnudos y se llueven besos, sudores dulces, olores fértiles…
Llueve, llueve mucho en la ciudad, en la calle, en las avenidas, los parques… hasta los recuerdos, y tu me llueves en mis brazos aun vacíos en tu espera, que es paciencia, porque se que en algún sitio también tu estas lloviendo…